domingo, 12 de mayo de 2013


Reflejos de mi miedo

Toda persona debe decidir una vez en su vida si se lanza a triunfar, arriesgándolo todo, o si se sienta a ver el paso de los triunfadores.
 Thomas Alva Edison.


Es una tarde de pleno mes de octubre, en las hojas de los árboles aun se encuentran atisbos de verde en ellas, pero la mayoría se han dejado vencer por el otoño y muestran ese tono ámbar perfecto. Pero aun se resisten a ser derribadas por el viento, que a su vez sopla en fuertes ráfagas de fallidos intentos por vencer a la tenacidad de las hojas. En el suelo al pie del árbol, el césped artificialmente verde es salpicado por el marrón de los cadáveres de las hojas ya caídas y el lago se hacia eco de los movimientos del viento formando pequeños oleajes que no llegaran más allá de la fina tierra de la costa. La orquesta de hojas suena sobre mi cabeza, dirigidas por la mano maestra del viento y justo cuando el sonido cesa, una hoja suelta su lastre y vuela lejos justo al centro del lago. Con movimientos dulce en el viento, enlazados mejor que el pensamiento, más rápidos que la mente, una lucha contra el caer o el seguir volando y con un dulce sonido la hoja besa suavemente el lago. El reflejo de la hoja se dibuja perfectamente en las frías aguas y permaneció ahí sobre el lago en equilibrio con el agua y el viento que aún la hace girar en la superficie.
Mis ojos siguen el movimiento de la heroica hoja que ha logrado lo que quería, e inconscientemente siento envidia de su inexistente inteligencia. El lago refleja lo físico pero no refleja mi interior, si fuera así de ves de una joven de pelo recogido y ojos tristes reflejaría una ser tan horrendo como terrorífico, un ser que habita dentro de todos nosotros, capaz de cometer el peor de los asesinatos, el del espíritu, ese ser es el miedo. Un monstruo con cientos de ojos con los que vigilar cada uno de tus movimientos y dientes afilados para clavarlos donde mas nos flaquean las fuerzas. La bestia que dormita al pie de mi mismo árbol me mira con uno de sus horripilantes ojos en el reflejo del agua, me asecha como si esperara un ataque por mi parte, como si fuera yo la extraña.
<< Te odio- pensé mirando a eso que me estaba poniendo tan nerviosa. >>
 El duelo de miradas duró hasta que otra valiente hoja calló y rompió la visión durante unos segundos los suficientes como hacerme recordar que lo que veía no era real, que estaba teniendo alguna crisis, debería coger el teléfono y llamar a un psicólogo o algo, pero mis manos siguen ancladas en los bolsillos delanteros de la chaqueta refugiadas del frío. Mi mirada esta fija en la fila de hojas secas, y sin darme cuenta mi mirada vuelve al lago, pero poco a poco, como los esclavos que salen de la caverna de Platón, miro las sombras, y luego los árboles, primero lo real para concluir en lo imaginario. El monstruo seguía ahí mirándome, cada vez más interesado en mí, empezaba a inquietarme, y el tic de mi pierna volvió. Entonces fue cuando la pesadilla se hizo realidad:
<< ¿Es que no piensas irte nunca? Vas a perder el avión >>
<< No >>
No me lo podía creer acababa de responderle a mi propia imaginación, ya estaba llegando a rozar la locura, pero lo peor de todo es que tenía razón.
<< Ni siquiera lo vas a intentar, como siempre, vas a correr como un perro con la cola entre las piernas a casita de mami, diciendo que tienes mala suerte con tu trabajo sabiendo que no es verdad que simplemente no te atreves a vivir en un sitio que no has visto. Todo por un patético miedo, aun eres una niña y necesitas a tus papis cerca. Cobarde, infantil e indefensa ¿es así como quieres ser?
Estaba metiendo el dedo en la llaga, o mejor dicho la zarpa en la herida pero seguí callada. Y cada una de esas palabras hacía daño pero eran las cosas que yo misma me repetía mentalmente después de una audición y ahora que me habían aceptado era en otra ciudad, tal vez mi monstruo tuviera razón, pero eso dolía. Y no podía dejar de pensar en eso, parecía que las palabras se repetían una y otra vez como en un huracán hasta que estallé gritando.
- ¡Y tu no existes!
La bestia se deshizo en un humo negro por el movimiento del agua, ahora me daba cuenta lo había gritado en voz alta y tenía las manos tapando mis oídos, el aire salía y entraba frenéticamente de mis pulmones creando una nubecilla de bao justo en las puertas de mi boca. Estoy perdiendo la cabeza, tengo que relajarme y dejar estas tonterías. Abrí los ojos solo para demostrarme a mi misma que mi reflejo sería el de una joven de 27 años, morena, delgada, y el pelo despeinado. Conseguí abrirlos repitiendo esta sucesión de cosas, como un mantras, hasta que pude ver una chica junto al pie del árbol hecha un ovillo que visiblemente temblaba y alcé más la vista pero al mirar mi cara un grito ahogado se quebró en mi garganta, esa no era yo, eso, ese reflejo no era de mí. Retrocedí pegando más mi espalda al tronco del árbol en un gesto desesperado por alejarme de ese reflejo erróneo de mi misma. Los ojos se veían hondos y oscuros, con marcadas ojeras y una boca artificialmente grande que se curvaba en una macabra sonrisa, juraría que los dientes son afilados, pero soy incapaz de mirar por mucho tiempo.
<< ¿De qué que tienes miedo? >> - dijo mi supuesto reflejo en agua.
Yo no podía no mirarla, ni oírla, ni sentirla, sentía un inmenso asco por la criatura que frente a mí se encontraba fingiendo ser un reflejo de lo que yo no era o al menos no deseaba ser. Me cubrí la cabeza con las manos y me movía adelante y atrás contra el tronco del árbol, repitiendo para mis adentros que yo no era así, tal vez los últimos meses me comportado diferente, algo fría y distante pero yo en el fondo se que no soy así. Sabía que había desaparecido pero me negaba a volver a mirar, porque la imagen seguía en mi cabeza y aun peor sus palabras seguían resonando en mis oídos hasta convertirse en ecos lejanos y sombríos hasta que volvió el silencio. Pero entonces me lo pregunté yo misma:
<< ¿De qué tengo miedo?.... de fracasar…de caer sin remedio… como una hoja que no consigue flotar en el agua… >>
La risa de la bestia resonó en el espacio de mi mente, recorriendo cada recoveco de mi ser. Su negro pelaje como el ala de un cuervo de mismo color que mi pelo. Sus ojos, sus cientos de ojos, pequeños y observadores del mismo tono de azul que los míos. El ser me miraba como si estuviera esperando que lo dijera, que lo admitiera pero al final fue él que dijo, y esta vez su voz parecía más normal:
<<  Yo soy tú; si me temes a mí, te temes a ti misma; si me odias a mí, te odias a ti misma. >>
<< ¡No! ¡Yo no soy así! >>
Me mantuve quieta, con la cabeza enterrada entre las rodillas, los brazos colgaban a ambos lados del cuerpo, lo único en lo que me concentraba era en mi respiración, intentando así bajar los latidos de mi corazón. El viento rugía fuerte jugueteando con los mechones de mi pelo, que el moño no había conseguido apresar. Cuando mis músculos se relajaron, todos salvo los de mi garganta, fue cuando volví a mirar el lago. El reflejo del parque era como siempre, idéntico a la realidad, mire los árboles retorciendo sus troncos para formar bailarinas en busca del sol, las ramas casi desnudas se cubren con las pocas hojas que aun quedan. Y una mujer sentada al pie de un árbol, un sobrero tapa su cabeza pero se ve los reflejos plateados de su pelo cano, las manos inquietas, arrugadas por el tiempo y el trabajo se enlazan una con otra en su regazo, sus ojos, azules, lo observan todo aun como una niña, muestran una larga vida llena de decepciones, siempre viviendo para otros, siempre en un segundo plano. La mujer suspiró, y miró de nuevo el pueblo del que nunca salió, del que nunca saldrá, si lo hubiera sabido, sin dudarlo hubiera salida a saltar sobre la hierba, ya que ahora tiene el saber pero no el tiempo.
Ahora en su cara se marcan surcos de sabiduría y su tiempo en la tierra se agota, en un gesto inesperado la mujer me mira, desde el lago me mira, es una mirada tal que deshace los cimientos de una persona porque no parece mirar a una sola persona sino a miles con una sola voz, con un solo nombre, sabiduría. Quise abrir la boca y preguntarle, quise tirarme al agua y abrasarla, decirle que yo cumpliría sus sueños, pero la imagen se desmaterializó con otra pequeña ola que formó el viento, diluyendo la realidad en su reflejo en el agua.
<< Esa…. ¿Era yo?>>
<< Podrías serlo >>
De nuevo la bestia apareció   parecía haberse consumido ya que era mucho mas pequeña que antes. Se sentó como un gato, ahora ya no parecía tan terrorífica, me recordaba a un chaman del desierto, de esos que se aparecían a los indios americanos, solo que esto es la vida real y no un cuento, y esos indios estaban ya delirando por la falta de agua y yo estoy en plena crisis nerviosa.
<< ¿Esto es la realidad? ¿Realmente estoy loca? O por el contrario ¿Es el resto esta loco y yo soy la que ve las cosas como son? >>
El viento, que me eriza la piel, mueve las hojas, que yo oigo, el agua que veo frente a mi se remueve desdibujando los reflejos de la relativa realidad. Me siento desdibujada también, como necesitando que algo o alguien dibuje mi contorno, mi recipiente, algo a lo que formarme. Como el agua que espera se recogida, para tener forma, color y sabor. Al este ser encanta jugar conmigo, como el gato con el ratón, como Dios con el hombre. Sabiendo él solo todas las normas, sabiendo que siempre ganará. La extraña criatura que toma la forma de mis miedos se queda quieta esperando mi siguiente jugada, pero yo no quiero jugar mas, yo no quiero mover ficha, rendirse antes de empezar es mucho mas fácil que intentarlo y fallar.
<< O no >>
Fue la bestia la que esta vez plantó la semilla de la esperanza que yo sin darme cuenta tantas veces había ahogado bajo kilómetros y kilómetros de tierra, de tal forma que la esperanza y mi autoestima estuvieran a la misma altura.
De fondo en mis pensamientos se escuchaba a alguien tocar el piano, un músico de la calle como tantos otros, cerré los ojos y me deje llevar por la melodía. Y sin darme cuenta en mi mente se dibujó una escena, un niño de pelo oscuro, y la piel tan pálida que parecía translucir, tocaba el piano con unos dedos ágiles y largos, las notas subía y bajaban de el pentagrama que tenía memorizado y sus ojos, negros, mostraban concentración y pasión por que lo hace. Me veo a mí, con mi tutú y las puntillas violetas con no más de nueve años, siguiendo las notas con saltos movimientos enlazados y elegantes. La música parece renacer con nuestro dúo, tornándose alegre y rejuvenecedora, mi corazón la sigue y mis pies con ellos. Pero entonces a la segunda vuelta sobre mi misma, pierdo el equilibrio, me salgo del ritmo y del sueño. Rompiendo con la realidad chocando como uno de tantos reflejos desechos en el agua contra la arena de la orilla. Las lágrimas golpean el límite de mis ojos luchando por desbordarse y caer libres, pero me niego a dejarlas salir, y me enfado, me enfado conmigo, con el piano que aun sigue tocando, y sobre todo me enfado con mi  vida. Miro al lago a la bestia, apretando mis puños, admito por fin.
<< ¡Quiero ser la hoja que cae, pero que no se deja vencer, o ser el viento que insiste hasta la saciedad por arrancar las hojas, o paciente como el árbol, o como el agua reflejando todo lo bueno de los demás! >>
<< Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos >>
Y esta vez la voz era la de un hombre, clara pero profunda y me bastó con oír esa voz repitiendo esa frase para ver a mi padre sentado al pie del árbol en el reflejo del lago.
Las lágrimas cayeron libres por mis mejillas pero yo apenas me percaté en ellas, solo miraba al lago, o mejor dicho el reflejo del lago. Y veía a ese hombre vestido con una simple camisa a cuadros manchada del aceite de los coches por las largas horas en el taller, que se entretenía  limpiándose las manos con un viejo trapo y entonces me miró tal y como hacía, hace cinco años.
La sonrisa simple y sincera de mi padre que tan pocas veces conseguía descubrir en ese océano de dureza y realidad esta vez se mostraba relajada y casi infinita.
<< Mi pequeña,- dijo como siempre, y las palabras parecían llenarle la boca, en sus manos aun estaba el gastado trapo que pasaba entre los dedos - ¿Qué haces ahí quieta? Anda levanta boba, ¿O es que esperas aprender a nadar sin meterte en el agua?- en ese instante me di cuanta de que lo que me decía era un recuerdo de cuando me enseño a nadar- >>
<< Pero… me da miedo ahogarme >> Repetí mentalmente  las mismas palabras que le dije ese día de verano.
<< Solo si te arriesgas sabrás que puedes hacerlo, además yo estoy aquí, yo te salvaré >>
<< Pero… ya no lo estas…>>
El reflejo en el lago permanecía pero aquí, o en el teatro, o en casa él no iba a estar, y volvería el vértigo y la desesperada certeza de que le estaba fallando con cada puntilla que daba porque él nunca le hubiera dejado hacer eso, luchar por algo que no tenía sentido de la realidad.
El viento rozo si cara con una calida caricia, mientras los últimos rayos de sol corrían entre las hojas evitando ser encerrados, juguetones se vestían en los diferentes colores de las hojas, el otoño demostrando su máximo despliegue de colores en solo un instante, el atardecer.
Fue en ese momento, en el último que quedaba con la suficiente luz como para poder verle, cuando el reflejo de mi padre se levantó pero esta vez no sabría decir si el viento la deshizo como tantas otras porque las lagrimas me cubrieron los ojos al oírle decir:
<< Yo siempre estaré orgulloso de ti, fiel e incondicionalmente. >>
Tal vez fue el viento, o el sol, o el lago, o incluso una hoja que en su travesía al paraíso había chocado conmigo pero yo note como posaba sus labios en mi frente como tantas veces hizo, a modo de despedida, él y el sol desaparecieron.
Y ahí me quedé yo, sola con las pobres hojas muertas sobre el césped verde. Sola sin reflejos que me acompañen, sin monstruos buenos, padres resucitados, ni ancianas sabias. Como en un conjuro la luna salió pequeña a lo lejos, las farolas se encendieron, y el viento se enfrió. Yo me levanté, limpie mis lágrimas con el agua del lago, las seque con el viento, y solo me di la vuelta para contemplar a mi amiga la hoja invencible que aun flotaba en las lejanas y oscuras aguas del lago donde ya se dibujaba el elegante aunque erróneo reflejo de una media luna.
<< Cuidado luna, no te vallas a creer que los reflejos nos muestran como somos realmente >>
Mire el encantador paisaje, tal vez por ultima vez, tal vez por mucho tiempo, pero ahora sabía que no permanecería más tiempo en la superficie. Ahora se que para no ahogarme solo tengo que nadar. Asentí, y me alejé de mi pasado y me dirigí a mi futuro.
Porque aunque me cueste, y tropiece, este es el camino que he elegido y por el que voy a luchar, no pienso dejar que por muy grandes que sean las olas me impidan llegar a donde quiero. Porque esta vez todos mis triunfos se los dedicaré a alguien que me juro estar orgulloso de mi para siempre.
En ese momento el viento rugió, mientras mis pasos se alejaban de la tierra que tanto conocía, y elevó al cielo las hojas caídas haciendo remolinos con ellas, llevándolas a lo más alto, como pequeñas bailarinas que sueñan con volar lejos y no caer, y el lago silencioso seguía guardando para sí la sabiduría de todo lo que ha visto, el árbol seguirá esperando aquello que ni siquiera recuerda que era, y la noche se adueñó de ese día de pleno mes de octubre.
Ico Herrera Rosales.

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