Reflejos de mi miedo
Toda persona debe decidir una vez en su vida si se lanza a
triunfar, arriesgándolo todo, o si se sienta a ver el paso de los triunfadores.
Thomas Alva Edison.
Es una tarde de
pleno mes de octubre, en las hojas de los árboles aun se encuentran atisbos de
verde en ellas, pero la mayoría se han dejado vencer por el otoño y muestran
ese tono ámbar perfecto. Pero aun se resisten a ser derribadas por el viento,
que a su vez sopla en fuertes ráfagas de fallidos intentos por vencer a la tenacidad
de las hojas. En el suelo al pie del árbol, el césped artificialmente verde es
salpicado por el marrón de los cadáveres de las hojas ya caídas y el lago se
hacia eco de los movimientos del viento formando pequeños oleajes que no
llegaran más allá de la fina tierra de la costa. La orquesta de hojas suena
sobre mi cabeza, dirigidas por la mano maestra del viento y justo cuando el
sonido cesa, una hoja suelta su lastre y vuela lejos justo al centro del lago.
Con movimientos dulce en el viento, enlazados mejor que el pensamiento, más rápidos
que la mente, una lucha contra el caer o el seguir volando y con un dulce
sonido la hoja besa suavemente el lago. El reflejo de la hoja se dibuja
perfectamente en las frías aguas y permaneció ahí sobre el lago en equilibrio
con el agua y el viento que aún la hace girar en la superficie.
Mis ojos siguen el
movimiento de la heroica hoja que ha logrado lo que quería, e inconscientemente
siento envidia de su inexistente inteligencia. El lago refleja lo físico pero
no refleja mi interior, si fuera así de ves de una joven de pelo recogido y
ojos tristes reflejaría una ser tan horrendo como terrorífico, un ser que
habita dentro de todos nosotros, capaz de cometer el peor de los asesinatos, el
del espíritu, ese ser es el miedo. Un monstruo con cientos de ojos con los que
vigilar cada uno de tus movimientos y dientes afilados para clavarlos donde mas
nos flaquean las fuerzas. La bestia que dormita al pie de mi mismo árbol me
mira con uno de sus horripilantes ojos en el reflejo del agua, me asecha como
si esperara un ataque por mi parte, como si fuera yo la extraña.
<< Te odio-
pensé mirando a eso que me estaba poniendo tan nerviosa. >>
El duelo de miradas duró hasta que otra
valiente hoja calló y rompió la visión durante unos segundos los suficientes
como hacerme recordar que lo que veía no era real, que estaba teniendo alguna
crisis, debería coger el teléfono y llamar a un psicólogo o algo, pero mis
manos siguen ancladas en los bolsillos delanteros de la chaqueta refugiadas del
frío. Mi mirada esta fija en la fila de hojas secas, y sin darme cuenta mi
mirada vuelve al lago, pero poco a poco, como los esclavos que salen de la
caverna de Platón, miro las sombras, y luego los árboles, primero lo real para
concluir en lo imaginario. El monstruo seguía ahí mirándome, cada vez más
interesado en mí, empezaba a inquietarme, y el tic de mi pierna volvió.
Entonces fue cuando la pesadilla se hizo realidad:
<< ¿Es que no
piensas irte nunca? Vas a perder el avión >>
<< No
>>
No me lo podía creer
acababa de responderle a mi propia imaginación, ya estaba llegando a rozar la
locura, pero lo peor de todo es que tenía razón.
<< Ni
siquiera lo vas a intentar, como siempre, vas a correr como un perro con la
cola entre las piernas a casita de mami, diciendo que tienes mala suerte con tu
trabajo sabiendo que no es verdad que simplemente no te atreves a vivir en un
sitio que no has visto. Todo por un patético miedo, aun eres una niña y
necesitas a tus papis cerca. Cobarde, infantil e indefensa ¿es así como quieres
ser?
Estaba metiendo el
dedo en la llaga, o mejor dicho la zarpa en la herida pero seguí callada. Y
cada una de esas palabras hacía daño pero eran las cosas que yo misma me
repetía mentalmente después de una audición y ahora que me habían aceptado era
en otra ciudad, tal vez mi monstruo tuviera razón, pero eso dolía. Y no podía
dejar de pensar en eso, parecía que las palabras se repetían una y otra vez
como en un huracán hasta que estallé gritando.
- ¡Y tu no existes!
La bestia se
deshizo en un humo negro por el movimiento del agua, ahora me daba cuenta lo
había gritado en voz alta y tenía las manos tapando mis oídos, el aire salía y
entraba frenéticamente de mis pulmones creando una nubecilla de bao justo en
las puertas de mi boca. Estoy perdiendo la cabeza, tengo que relajarme y dejar
estas tonterías. Abrí los ojos solo para demostrarme a mi misma que mi reflejo
sería el de una joven de 27 años, morena, delgada, y el pelo despeinado.
Conseguí abrirlos repitiendo esta sucesión de cosas, como un mantras, hasta que
pude ver una chica junto al pie del árbol hecha un ovillo que visiblemente
temblaba y alcé más la vista pero al mirar mi cara un grito ahogado se quebró en
mi garganta, esa no era yo, eso, ese reflejo no era de mí. Retrocedí pegando
más mi espalda al tronco del árbol en un gesto desesperado por alejarme de ese
reflejo erróneo de mi misma. Los ojos se veían hondos y oscuros, con marcadas
ojeras y una boca artificialmente grande que se curvaba en una macabra sonrisa,
juraría que los dientes son afilados, pero soy incapaz de mirar por mucho
tiempo.
<< ¿De qué
que tienes miedo? >> - dijo mi supuesto reflejo en agua.
Yo no podía no
mirarla, ni oírla, ni sentirla, sentía un inmenso asco por la criatura que
frente a mí se encontraba fingiendo ser un reflejo de lo que yo no era o al
menos no deseaba ser. Me cubrí la cabeza con las manos y me movía adelante y
atrás contra el tronco del árbol, repitiendo para mis adentros que yo no era
así, tal vez los últimos meses me comportado diferente, algo fría y distante
pero yo en el fondo se que no soy así. Sabía que había desaparecido pero me
negaba a volver a mirar, porque la imagen seguía en mi cabeza y aun peor sus
palabras seguían resonando en mis oídos hasta convertirse en ecos lejanos y
sombríos hasta que volvió el silencio. Pero entonces me lo pregunté yo misma:
<< ¿De qué
tengo miedo?.... de fracasar…de caer sin remedio… como una hoja que no consigue
flotar en el agua… >>
La risa de la
bestia resonó en el espacio de mi mente, recorriendo cada recoveco de mi ser.
Su negro pelaje como el ala de un cuervo de mismo color que mi pelo. Sus ojos,
sus cientos de ojos, pequeños y observadores del mismo tono de azul que los
míos. El ser me miraba como si estuviera esperando que lo dijera, que lo
admitiera pero al final fue él que dijo, y esta vez su voz parecía más normal:
<< Yo soy tú; si me temes a mí, te temes a ti
misma; si me odias a mí, te odias a ti misma. >>
<< ¡No! ¡Yo
no soy así! >>
Me mantuve quieta,
con la cabeza enterrada entre las rodillas, los brazos colgaban a ambos lados
del cuerpo, lo único en lo que me concentraba era en mi respiración, intentando
así bajar los latidos de mi corazón. El viento rugía fuerte jugueteando con los
mechones de mi pelo, que el moño no había conseguido apresar. Cuando mis
músculos se relajaron, todos salvo los de mi garganta, fue cuando volví a mirar
el lago. El reflejo del parque era como siempre, idéntico a la realidad, mire
los árboles retorciendo sus troncos para formar bailarinas en busca del sol,
las ramas casi desnudas se cubren con las pocas hojas que aun quedan. Y una
mujer sentada al pie de un árbol, un sobrero tapa su cabeza pero se ve los
reflejos plateados de su pelo cano, las manos inquietas, arrugadas por el
tiempo y el trabajo se enlazan una con otra en su regazo, sus ojos, azules, lo
observan todo aun como una niña, muestran una larga vida llena de decepciones,
siempre viviendo para otros, siempre en un segundo plano. La mujer suspiró, y
miró de nuevo el pueblo del que nunca salió, del que nunca saldrá, si lo
hubiera sabido, sin dudarlo hubiera salida a saltar sobre la hierba, ya que
ahora tiene el saber pero no el tiempo.
Ahora en su cara se
marcan surcos de sabiduría y su tiempo en la tierra se agota, en un gesto
inesperado la mujer me mira, desde el lago me mira, es una mirada tal que
deshace los cimientos de una persona porque no parece mirar a una sola persona
sino a miles con una sola voz, con un solo nombre, sabiduría. Quise abrir la boca y preguntarle, quise tirarme al agua
y abrasarla, decirle que yo cumpliría sus sueños, pero la imagen se
desmaterializó con otra pequeña ola que formó el viento, diluyendo la realidad
en su reflejo en el agua.
<< Esa…. ¿Era
yo?>>
<< Podrías
serlo >>
De nuevo la bestia
apareció parecía haberse consumido ya
que era mucho mas pequeña que antes. Se sentó como un gato, ahora ya no parecía
tan terrorífica, me recordaba a un chaman del desierto, de esos que se aparecían
a los indios americanos, solo que esto es la vida real y no un cuento, y esos
indios estaban ya delirando por la falta de agua y yo estoy en plena crisis
nerviosa.
<< ¿Esto es
la realidad? ¿Realmente estoy loca? O por el contrario ¿Es el resto esta loco y
yo soy la que ve las cosas como son? >>
El viento, que me
eriza la piel, mueve las hojas, que yo oigo, el agua que veo frente a mi se
remueve desdibujando los reflejos de la relativa realidad. Me siento
desdibujada también, como necesitando que algo o alguien dibuje mi contorno, mi
recipiente, algo a lo que formarme. Como el agua que espera se recogida, para tener
forma, color y sabor. Al este ser encanta jugar conmigo, como el gato con el
ratón, como Dios con el hombre. Sabiendo él solo todas las normas, sabiendo que
siempre ganará. La extraña criatura que toma la forma de mis miedos se queda
quieta esperando mi siguiente jugada, pero yo no quiero jugar mas, yo no quiero
mover ficha, rendirse antes de empezar es mucho mas fácil que intentarlo y
fallar.
<< O no
>>
Fue la bestia la
que esta vez plantó la semilla de la esperanza que yo sin darme cuenta tantas
veces había ahogado bajo kilómetros y kilómetros de tierra, de tal forma que la
esperanza y mi autoestima estuvieran a la misma altura.
De fondo en mis
pensamientos se escuchaba a alguien tocar el piano, un músico de la calle como
tantos otros, cerré los ojos y me deje llevar por la melodía. Y sin darme
cuenta en mi mente se dibujó una escena, un niño de pelo oscuro, y la piel tan
pálida que parecía translucir, tocaba el piano con unos dedos ágiles y largos,
las notas subía y bajaban de el pentagrama que tenía memorizado y sus ojos,
negros, mostraban concentración y pasión por que lo hace. Me veo a mí, con mi
tutú y las puntillas violetas con no más de nueve años, siguiendo las notas con
saltos movimientos enlazados y elegantes. La música parece renacer con nuestro
dúo, tornándose alegre y rejuvenecedora, mi corazón la sigue y mis pies con
ellos. Pero entonces a la segunda vuelta sobre mi misma, pierdo el equilibrio,
me salgo del ritmo y del sueño. Rompiendo con la realidad chocando como uno de
tantos reflejos desechos en el agua contra la arena de la orilla. Las lágrimas
golpean el límite de mis ojos luchando por desbordarse y caer libres, pero me
niego a dejarlas salir, y me enfado, me enfado conmigo, con el piano que aun
sigue tocando, y sobre todo me enfado con mi
vida. Miro al lago a la bestia, apretando mis puños, admito por fin.
<< ¡Quiero
ser la hoja que cae, pero que no se deja vencer, o ser el viento que insiste
hasta la saciedad por arrancar las hojas, o paciente como el árbol, o como el
agua reflejando todo lo bueno de los demás! >>
<< Somos lo
que hacemos para cambiar lo que somos >>
Y esta vez la voz
era la de un hombre, clara pero profunda y me bastó con oír esa voz repitiendo
esa frase para ver a mi padre sentado al pie del árbol en el reflejo del lago.
Las lágrimas
cayeron libres por mis mejillas pero yo apenas me percaté en ellas, solo miraba
al lago, o mejor dicho el reflejo del lago. Y veía a ese hombre vestido con una
simple camisa a cuadros manchada del aceite de los coches por las largas horas
en el taller, que se entretenía
limpiándose las manos con un viejo trapo y entonces me miró tal y como
hacía, hace cinco años.
La sonrisa simple y
sincera de mi padre que tan pocas veces conseguía descubrir en ese océano de
dureza y realidad esta vez se mostraba relajada y casi infinita.
<< Mi
pequeña,- dijo como siempre, y las palabras parecían llenarle la boca, en sus
manos aun estaba el gastado trapo que pasaba entre los dedos - ¿Qué haces ahí
quieta? Anda levanta boba, ¿O es que esperas aprender a nadar sin meterte en el
agua?- en ese instante me di cuanta de que lo que me decía era un recuerdo de
cuando me enseño a nadar- >>
<< Pero… me
da miedo ahogarme >> Repetí mentalmente
las mismas palabras que le dije ese día de verano.
<< Solo si te
arriesgas sabrás que puedes hacerlo, además yo estoy aquí, yo te salvaré
>>
<< Pero… ya
no lo estas…>>
El reflejo en el
lago permanecía pero aquí, o en el teatro, o en casa él no iba a estar, y
volvería el vértigo y la desesperada certeza de que le estaba fallando con cada
puntilla que daba porque él nunca le hubiera dejado hacer eso, luchar por algo
que no tenía sentido de la realidad.
El viento rozo si
cara con una calida caricia, mientras los últimos rayos de sol corrían entre
las hojas evitando ser encerrados, juguetones se vestían en los diferentes
colores de las hojas, el otoño demostrando su máximo despliegue de colores en
solo un instante, el atardecer.
Fue en ese momento,
en el último que quedaba con la suficiente luz como para poder verle, cuando el
reflejo de mi padre se levantó pero esta vez no sabría decir si el viento la deshizo
como tantas otras porque las lagrimas me cubrieron los ojos al oírle decir:
<< Yo siempre
estaré orgulloso de ti, fiel e incondicionalmente. >>
Tal vez fue el
viento, o el sol, o el lago, o incluso una hoja que en su travesía al paraíso
había chocado conmigo pero yo note como posaba sus labios en mi frente como
tantas veces hizo, a modo de despedida, él y el sol desaparecieron.
Y ahí me quedé yo,
sola con las pobres hojas muertas sobre el césped verde. Sola sin reflejos que
me acompañen, sin monstruos buenos, padres resucitados, ni ancianas sabias.
Como en un conjuro la luna salió pequeña a lo lejos, las farolas se
encendieron, y el viento se enfrió. Yo me levanté, limpie mis lágrimas con el
agua del lago, las seque con el viento, y solo me di la vuelta para contemplar
a mi amiga la hoja invencible que aun flotaba en las lejanas y oscuras aguas
del lago donde ya se dibujaba el elegante aunque erróneo reflejo de una media
luna.
<< Cuidado
luna, no te vallas a creer que los reflejos nos muestran como somos realmente >>
Mire el encantador paisaje,
tal vez por ultima vez, tal vez por mucho tiempo, pero ahora sabía que no
permanecería más tiempo en la superficie. Ahora se que para no ahogarme solo
tengo que nadar. Asentí, y me alejé de mi pasado y me dirigí a mi futuro.
Porque aunque me
cueste, y tropiece, este es el camino que he elegido y por el que voy a luchar,
no pienso dejar que por muy grandes que sean las olas me impidan llegar a donde
quiero. Porque esta vez todos mis triunfos se los dedicaré a alguien que me
juro estar orgulloso de mi para siempre.
En ese momento el
viento rugió, mientras mis pasos se alejaban de la tierra que tanto conocía, y
elevó al cielo las hojas caídas haciendo remolinos con ellas, llevándolas a lo
más alto, como pequeñas bailarinas que sueñan con volar lejos y no caer, y el
lago silencioso seguía guardando para sí la sabiduría de todo lo que ha visto,
el árbol seguirá esperando aquello que ni siquiera recuerda que era, y la noche
se adueñó de ese día de pleno mes de octubre.
Ico Herrera Rosales.
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