domingo, 17 de mayo de 2015

Las dos semillas


Había una vez dos pequeñas y tiernas semillas, enterradas a apenas unos centímetros de distancia. En ese entorno era lo mejor que podían pedir, en mitad de la nada solo se podían intuir los ronquidos de las rocas más profundas y la compañía hacía más entretenida su existencia. Pasaban horas hablando y durmiendo. Hablaban y dormían, dormían y hablaban. Aunque no tenía mucho de que hablar ya que solo eran semillas, siempre se preguntaban como sería la superficie. Una de ellas aclaró un día su miedo por ese extraño mundo lejos de la estática tierra.
-¿No lo temes?
-¿A qué?
-A lo de ahí arriba
-¿Por qué le debería tener miedo?
-Por que es distinto a esto.-susurró la pequeña semilla.
Y con este pensamiento siguió en su letargo, pero su compañera no le bastó con eso. “¿Qué hay de malo en que sea diferente? ¿Qué habrá haya arriba? ¿Podré verlo algún día?”, las preguntas se acumulaban sobre su cabeza como las nubes antes de una tormenta, mientras soñaba con lo desconocido.
Entonces fue cuando cayó la primera gota, al principio no notaron nada, las semillas estaban muy bien enterradas en la cómoda tierra. Pero después de cuatro o cinco gotas más, la semilla mas miedosa despertó alarmada.
-¡AGUA! ¡Hay agua por todas partes!
La otro semilla se desperezó y miró a su alrededor sobresaltándose enseguida, pero no era por el agua, era por su cuerpo. Había cambiado, ahora tenía una alargada pierna blanquecina de la que salían diminutos deditos y de su cabeza otro extraño brazo se habría paso por entre la tierra. Su compañera al verla volvió a gritar.
-¡¿Qué te está pasando?! ¿Estas enferma?
-No, no. Tranquila, solo estoy cambiando.
-¿Cambiando? Eso es malo. ¿No?
La lluvia seguía cayendo con fuerza y la tierra se fue ablandando mas, la semilla se concentró y su pequeño tallo fue creciendo y creciendo. Su amiga le gritaba que se detuviera, que era peligroso que se iba a hacer daño. La ahora pequeña planta miró a la semilla a los ojos, y sonrió.
-Cambiar nos hace crecer, y yo quiero crecer, yo quiero vivir.
La pequeña planta abandonó la empapada tierra y creció hasta hacerse grande, fuerte y robusta, llenando su cuerpo de ramas y hojas. Miró a su alrededor, el sol que había aparecido entre las nubes iluminando todo lo que le rodeaba. Había miles de colores, olores y formas era maravilloso.
Cuando ya era un enorme manzano, miró hacia bajo, a la tierra. Una semilla seca, marrón y fea se encontraba enterrada justo a unos centímetros del árbol.
El árbol lloró por su amiga, y de sus lágrimas nacieron los frutos más dulces. Y dentro de los frutos se encontraban cientos de semillas esperando su momento, para ser enterradas y empezar a vivir.

Micro-cuento.
“Empezar a vivir”.


Aquí dejo otro mini-cuento, 
son improvisados
 así que tampoco me pidas 
una obra maestra (excusas, excusas).
Estoy preparando una próxima entrada
pero en un formato diferente (jeje)
Espero que les haya gustado, 
un abrazo
y hasta la próxima vez que nos leamos.


domingo, 3 de mayo de 2015

Poema a una madre:


Poema a una madre:

Grandes ojos para observarlo todo,
el acierto y la inevitable caída.
Nariz para detectar mentiras.
Boca para decir dolorosas verdades.
Manos para alisar lo inalisable,
pinar lo inpeinable y
acariciar todo lo acariciable.
Aunque aún así
sueñas de más de un azote.

Manos de pan y miel,
voz de áspera madrugada.
Que con pocas ganas
vela nuestra rutina.
Un grito nunca faltó,
ni tampoco sus te “quieros”.
Pues no hay otra que como ella;
sea soldado, juez y abogado.

Mil defectos yo tendré,
y ella no me los esconderá jamás.
Pero como otro sea el que los critique
poco tiempo para huir tendrá.
Y es que como ella no hay más,
maestra, cocinera, artista, mujer y madre.
Enorme valor en lo que ella hace,
aunque no a menudo lo anunciemos;
la queremos.

Labios de miel,
piel de melaza,
herida en la sal,
cuidado en la lana.
Madre a ti, el “te quiero” no alcanza.





 Aquí les dejo otro poemita mio.... nada comparable con la mujer a quien se lo dedico.
Un saludo y hasta la próxima vez que nos leamos.