La madre de una marciana sigue siendo una madre.
Arando el tiempo de
una vida, niñez, madurez y vejez. Yo me encuentro en un terreno inerte, sin la
florida primavera de mi niñez a la tranquila sabana otoñal de la madurez. El vértigo
me invade aunque no haya acantilado. ¿Cómo no temer por lo que venía? Yo estoy
creciendo y mis padres no estarán conmigo. Siento como una bestia me devora por
dentro, y yo grito y lloro desconsoladamente, pero ahí esta mi madre, tan
serena tranquila y sencilla, como un viejo camino a una playa desierta.
Cuida, alimenta,
protege, aconseja, te da alas y te quiere. Ese amor tan sincero que solo se
siente por alguien que casi forma parte de ti, porque tú formaste parte de
ella, y seguirás formando por mucho que pasen los años.
Una madre es aquel
sentimiento perdido que encuentras cada ves que pides ayuda, es aquello que te
hace levantar cada día por muchas veces que te tumbe la vida. Una madre protege
pero no emboba, dicta tus fallos con mano dura casi provocando daño pero solo
un toque de atención, como en los animales, te duele pero te enseña a mejorar.
Y eso es lo que mas
voy a echar de menos, quién me avisará de las piedras del camino, o de que mis
actos están mal hechos. Se que es parte de madurar, pero me inquieta pensar
como sobrevivir sin una compañía así a mi lado. Espera tus acciones para
indicarte los fallos, no prohíbes ni amenazas, tan justa y sensata.
Pero una madre
también es un ser humano, con sus fallos y confusiones y en cierta forma
también se agradece eso, es más fácil pedir consejo a alguien humano que a un
dios. A alguien que sabe lo que es caerse, o ser rechazado o ser utilizado,
ella sabe y si no sabe también sabrá solucionarlo. Es el súper poder de las
mamás, saber lo que a tu bebé le pasa y porqué le pasa, porque no solo es el
tiempo de gestación sino también los años de cuidados intensivos desde
pequeños. Siempre seremos pequeñas partes de ellas que con el tiempo formaran
personas adultas.
Pero yo que aun
necesito de esa ala de protección, esa mano para cogerte en cualquier momento
que te acerques a la orilla. Pero el jardín de la infancia se acabará y la
valla de mi madre se alejará, no desaparece pero se aleja, en un movimiento
rectilíneo uniformemente acelerado.
Porque mi madre…. Simplemente
mi madre no es de este mundo, cómo no, la madre de una marciana sigue siendo
una madre y se merece que celebremos este día con ella con todo nuestro amor y
cariño.
Te quiero mucho
mamá.
Gracias por ser tú
gracias a como eres yo soy como lo soy.
Espero que por
mucho que crezca sigas ahí lejana y taciturna vigilando mis pasos y cuidándome.
No hay comentarios:
Publicar un comentario