lunes, 21 de diciembre de 2015

La manzana podrida.

Había una vez, un pueblo en el que vivían solamente dos personas. Era un pueblo muy pequeño, tenia dos casas con sus dos huertas y una plaza en el medio. Sus dos habitantes parecían dos caras de la misma moneda. Uno era un hombre de negocios, carismático, astuto y tal vez un poco manipulador. Su compañero era un hombre más sencillo, tal vez pecaba de dejado pero le gustaba el trabajo honrado y era muy humilde
En este pueblo no habían grandes recursos, ni siquiera había quien mandara. Así que los pocos alimentos que conseguían los repartían a partes iguales y en algunos casos incluso hacían algún trato. Por ejemplo el carismático se le daba muy bien hablar con los mercaderes, y casi siempre se las ingeniaba para conseguir el mejor de los precios. Por su parte el más trabajador no le hacía ascos ha trabajar en las huertas o cazar en el bosque.
La vida discurría de esa manera, y ninguno se quejaba. Hasta que en el centro del pueblo apareció un manzano. Sí,sí, apareció, de la noche a la mañana había un enorme y precioso manzano cargado hasta las copas más altas de preciosas manzanas. Y aunque les pareció extraño a nuestros habitantes el hambre les llamaba más. Sin dudarlo el más humilde exclamó alegre:
-¡Hay quince para cada uno!
-No se yo amigo, algunas parecen un poco podridas, mientras otras parecen estar verdes.-respondió el segundo, y rascándose la barba propuso.- te cederé dos de mis manzanas, si me das dos más cuando las otras maduren.
El otro no se negó, es más le pareció tan buena idea que sin dudarlo se subió al árbol y empezó a tirar las manzanas mientras su compañero las colocaba en dos sacos. Ambos se fueron a sus casa contentos pues esta noche cenarían muy bien. Pero en cuanto en la casa del hombre más trabajador abrió el saco comprobó que de las diecisiete manzanas ocho estaban podridas, arrugó el ceño ¿cómo era posible que hubieran tantas manzanas malas y que su compañero no le dijera nada? No le quiso dar importancia y cogiendo un cuchillo extrajo de esas manzanas lo que pudo y lo demás lo tiro.
Al par de días volvieron ambos al árbol, parecía que algunas manzanas estaban ya maduras. Habían unas siete en total. Esta vez antes de que se separaran el primero le dijo al segundo mientras levantaba un dedo de forma autoritaria:
-Recuerda nuestro trato.
El segundo campesino lo recordaba pero no le dio importancia hasta que llegó a casa no se lo podía creer. En su saco solo habían tres manzanas y una de ellas picada por los bichos. Esta vez si que se moslestó, vociferó en su casa como un chalado y bebió suficiente agua-miel como para tranquilizarse y quedarse dormido. Lo malo es que mientras el se quejaba en su soledad, el otro habitante de este pequeño pueblo aprovechaba la noche para cazar alguna manzana a la luz de la luna.
Era una lastima pero al día siguiente no habían manzanas, ni para uno ni para el otro. El campesino que había pasado la noche bebiendo no tenía ánimos para hacer preguntas así que ambos se fueron a sus casas con las manos vacías, al menos en ese momento.
Pasaron los días y el extraño suceso siempre ocurría, las manzanas crecían hasta casi estar maduras y por la noche desaparecían. Era algo de lo más peculiar, aunque algunas veces dos o tres de ellas se salvasen de su desaparición, siempre se las indignaban para que no fueran repartos justos. Tal vez, si esto no fuera un cuento continuaría y continuaría así hasta el final de los tiempos pero por suerte algo más pasó. El árbol se moría, el pequeño manzano se estaba quedando sin hojas, sin ramas y sin raíces. Cuando los dos habitantes del pueblo fueron a verle ese atardecer solo colgaba de una de las ramas una manzana.
Era de un tono verde más claro que los prados pero por su otro lado la carne de la tierna fruta había oscurecido y parecía deshacerse por sí misma. El primer campesino tocio levemente para limpiarse la garganta, la barriga se le sobresalía de los pantalones cuando le espetó al segundo habitante:
-Te lo dije, este manzano ha sido explotado. Has cogido demasiadas manzanas, y ya no puede dar más de si mismo. Propongo que cortemos la manzana en dos partes.-y dicho esto cogió la manzana y la cortó dándole al segundo habitante la mitad de la manzana podrida.
-¿Qué pretendes que haga con esto?
-Esa es tu parte y esta la mía, es lo correcto ya que siempre he sido yo el que te ha estado ayudante. Sin mí no podrías vivir.
En ese instante todos los momentos del habitante pasaron por su cabeza, recordando los hechos pasados, el hambre y la constante sensación de ser estafado.
El segundo habitante sonrió, tiró la mitad de esa manzana al suelo y le tendió la mano al otro habitante aun con los restos sucios de la manzana. El otro se negó a darle la mano, así que el mas humilde, el mas trabajador y el mas pasivo de los habitantes de ese pequeño pueblo no lo dudo cuando se dio media vuelta y se fue.
Nunca se supo ha donde partió, muchos dicen que construyó un pueblo lleno de manzanos y que regalaba manzanas a los niños, nunca engaño a alguien. Otros cuentan que ese pequeño pueblo acabó sepultado por la avaricia y la ruindad del único habitante que aun vivía entre sus propios escombros. Muchos cuentan muchas historias, historias increíbles que pueden cambiar el mundo y esta no va ha ser menos. ¿Por qué?
Porque al menos las historias no hacen daño a nadie.



Micro cuento. 
No dejes que las cosas de tu alrededor no te afecten.
Srta de Marte.


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